24 de abril de 2014

CUESTA CREER. CLARO QUE CUESTA

El 11 de septiembre de 1973, bajo la dirección del comandante en jefe del ejército,  un golpe de Estado derrocó al presidente Salvador Allende. Hoy, a más de dos décadas del fin de la dictadura militar,  y al fin; el Estado ya no conmemora esta fecha. Pero nadie puede olvidar ese momento de la historia de Chile. Aparecen testimonios que son difíciles de entender. Una y otra vez, sin parar y torrencial surgen las minucias sucias.




































- Por violación de los torturadores, quedé embarazada y aborté en la cárcel. 
Sufrí shock eléctricos, colgamientos, pau de arara, submarinos, simulacro de fusilamiento, quemaduras con cigarros. 
Me obligaron a tomar drogas, sufrí violación y acoso sexual con perros, la introducción de ratas vivas por la vagina y todo el cuerpo. 
Me obligaron a tener relaciones sexuales con mi padre y hermano que estaban detenidos. También a ver y escuchar las torturas a mi hermano y a mi padre. 
Me hicieron el teléfono, me pusieron en la parrilla, me hicieron cortes con yatagán en el estómago. 
Tenía 25 años.
Estuve detenida hasta 1976.
No tuve ningún proceso."


Del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura durante la dictadura en Chile (1973-1989), o  Informe Valech, pág. 292.

Cuesta creer, claro que cuesta. 
Con tanto bullicio allí en la tele. 
Cada día cuesta más, 
claro que cuesta.

La faz oscura de la matria está presente y tenebrosa.
Se huele 
como restos de un incendio que no apaga.  
Todo aparenta de lo nuevo
pero está la brasa. Lejos sí.  Pero se siente y está que duele.
La bestia no está muerta 
y ni siquiera ha mudado de pelaje.


Está con sus hilos impecables
del señor titiritero sostenida 
y como un perro con cadenas
la voz de gente buena y complaciente. 

Y está la gente mala que también canta.
Luego, se persignan, 
van a misa, hablan de Dios. 
Se acicalan y siguen.